el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

martes, octubre 17, 2006

Ángel de paz

Rolando Deschaund de Gilead


“Mi amor, eres precioso, todo un galán,” – pensó aquella hermosa y delicada dama de rizos dorados que le llegaban hasta los hombros, escurriéndose y tocando su piel de una manera suave, sensual y brillante. En su piel tersa se destacaba una vitalidad y juventud vigorosa. Sus ojos, de color avellana, estaban llenos de un líquido cristalino y resplandeciente. Su cuerpo era delgado y sus ropas frescas y ligeras envolvían aquel grácil cuerpo. Sus brazos se encontraban desnudos y en el dorso de su mano derecha penetraba la aguja especial del catéter venoso para la venoclisis. El tubo de plástico del catéter para administrar soluciones se extendía y quedaban colgando al lado de su cuerpo, perdiéndose debajo del asiento del automóvil sobre el que viajaba. Sus deslumbrantes ojos observaban a la persona a la que tenia a su lado.

“Me encanta estar a tu lado mi amor”- pensó la dama mientras observaba a su enamorado – “Todo de ti me encanta, tu cuerpo, tu corazón, tu forma de ser, tu forma de amar, no puedo imaginar estar sin ti”- pensó embelesada en su galán.
Joshua manejaba su automóvil marca Audi con su mirada fija en el camino, silencioso, sereno y tranquilo. Empezaba a anochecer y la luz del sol empezaba a ceder paso a las líneas obscuras de la noche. El perfil joven, firme y bien delineado de Joshua destacaba luminoso sobre su vestido obscurecido por la naciente noche.

Sus pensamientos y sus expresiones se encontraban relajadas, no había ninguna preocupación, estaba sereno dirigiéndose hacia algún lugar. No había nada porque preocuparse.
Magdalena seguía observando a su amado totalmente embelesada ante su presencia. Siempre había sido así, los dos amándose íntima e intensamente. Se habían querido mucho y Magdalena no podía dejar de sentir ese sentimiento tan apasionado que le llenaba el alma y la hacia sentirse viva, que le movía para estar a su lado y permanecer en existencia, siempre disfrutando de su compañía y su extraordinaria presencia.

El Audi se deslizaba ligero sobre la autopista, suave, como si la autopista fuera de seda, despejado, sosegado. Algunas lámparas del alumbrado iluminaban la carretera brindándole un color café amarillento apagado en toda su extensión. Una línea luminosa semiapagada y silenciosa, quieta y tranquila. No había ningún otro automóvil en los alrededores y todo lo demás permanecía cobijado detrás de la negrura de la noche.

Todo el ambiente era un lapso de relajación plena entre dos estados del día, nada lo alteraba y el aire y la temperatura se volvían cómplice de esa situación con su quietud y calma.
Todo estaba bien, el amor de Magdalena, la tranquilidad de Joshua, la quietud del ambiente, la suavidad del automóvil, la quietud y serenidad de sus almas.

Y fue cuando se estrello, el automóvil sufrió el accidente, se volcó, dio varias volteretas antes de detenerse totalmente destrozado sobre su carrocería, las astillas de los vidrios rotos y de pintura y fragmentos de metal se esparcían como arena lijando toda la carretera y acompañando con su impulso al Audi volcado que se seguía arrastrando por el impulso. La luz se reflejaba en el metal retorcido color oscuro.
Continuo deslizándose, todo se encontraba quieto, todo estaba sereno, el viento estaba tranquilo...

Las luces de las patrullas policíacas se movían en intervalos con sus colores azules y rojas de gran intensidad, parpadeantes y repetitivas violentando el lugar.
En el centro de aquel espectáculo permanecía el automóvil silencioso, Magdalena de pie, hermosa e impecable, con el tubo de su catéter colgando al lado de su brazo, grácil. Se encontraba a un lado de un policía con uniforme azul oscuro que habla con alguien mas informando de la situación. Magdalena lo escuchaba atenta a su lado, con sus rizos bien hechos y definidos sobre ella. Todo su ser parecía destacar con un brillo extraño, luminoso y vivo, hermoso, sobre todo aquel escenario que en oposición mostraba una tonalidad mas opaca.
El policía y el otro individuo con el que estaba hablando miraron juntos hacia un lugar con una expresión lastimosa y desesperanzada, sin remedio, esperando el desenlace lógico que tenia que producirse, pues así era la cosa. Frente a los tres, tendido en el suelo, rodeado de tres paramédicos que lo manoseaban con mucha concentración y seriedad se encontraba Joshua, con su chamarra oscura abierta mostrando una camiseta ceñida a su pecho color azul grisáceo, uno de ellos sostenía una pequeña bomba de aire que apretaba con cierta regularidad, seguridad y nerviosismo mientras otro masajeaba su pecho, apoyado sobre el con los brazos extendidos y rígidos, presionando su pecho con ambas manos entrelazadas una sobre otra, apoyándose, masajeándole el corazón. El tercero se encontraba acuclillado, expectativo, atento a la situación, trabajando con una gran eficiencia y profesionalismo.

Continuaron afanosamente con su cometido, esforzándose con mucho empeño, entregando su alma en ello, presionando el pecho de Joshua una y otra ves, revisando el pulso, administrándole oxígeno, suministrándole adrenalina por vía intravenosa, trabajando, trabajando para salvarle la vida. El sudor escurría de la frente de aquellos tres profesionales dedicados a recuperar de la muerte la vida de Joshua, el amor de Magdalena. Una y otra vez presionaban el pecho, lo atendían y le proporcionaban los mejores recursos y atenciones que en la vida pudieran proporcionarle a alguien, para que su cuerpo conservara la vida. Una pequeña mota que recoge el viento y se la lleva por los aires, ligero hacia el cielo azul, las nubes blancas entre las montañas por encima de una carretera despejada y soleada que se aleja y se pierde en el horizonte.
Se perdía, su corazón se perdía y aquellos tres héroes lo sabían y se esforzaban desafiando a la muerte con todo su empeño y energía. Al parecer todo era inútil. Colocaron pasta conductora y presionaron con las palas del desfibrilador sobre el tórax, el mando del aparato se encontraba en asincrónico, oprimieron los dos interruptores de ambas palas, administraron otra serie de tres desfibrilaciones, 200, 200, 360 Joules, ocurrió la contracción musculoesqueletica, confirmaron el ritmo en el monitor del desfibrilador y continuaron con el protocolo. Ambos policías se inclinaron para observar con mayor atención. Magdalena permanecía sola observando con mayor concentración la escena. Continuaron proporcionándole sustento pero nada parecía funcionar. Magdalena de pie, con una expresión de serenidad absoluta, como una beata, vio lo que ocurría. Camino hacia Joshua con pasos suaves, sin prisas, un brillo vivo la rodeaba y la hacia destacar de su entrono frío, crudo y agresivo. Cruzo al lado de los policías que ahora se encontraban acuclillados, observando alejados del acontecimiento, no le pusieron atención a ella.
Los paramédicos dejaron de aplicarle descargas y alejaron sus manos de su pecho y de su cuerpo, todo quedo en silencio por unos instantes, parecía un pequeño intermedio entre dos estados contrapuestos. Pero algo se escapaba y conforme los segundos transcurrían aquello se iba transformando. En el ambiente flotaba aquella situación cambiante que en unos segundos seria inexorable y terrible. Una pesadumbre pronto bajaría sobre todos ellos pero aún permanecía en el aire aquella sensación de acción y entrega que los había dominado hacia unos segundos atrás.

El cuerpo de Joshua también parecía iluminado, sobre todo en su pecho, pero no tanto como Magdalena. Esta llego hasta estar de pie frente a su amado, frente y sobre su rostro inconsciente, observo su pecho desnudo y se agacho para tocarlo con sus suaves manos...

- Murió, Magdalena murió – había dicho uno de los tantos doctores que poblaban el hospital. Al principio Joshua no había puesto atención en qué doctor le había dicho aquella soberana estupidez, aquella herejía, esa obscenidad y no le puso atención a su identidad. Su mente quedo en blanco, su corazón se acelero (o se detuvo quien sabe), y su cuerpo se contrajo en aquel choque emocional que le produjo aquel imbecil y se derrumbo. Hubiera caído al suelo si su hermano y familiares no lo hubieran agarrado del brazo, y se lo llevaron hacia algún lugar para que se recuperara.

La última vez que Joshua vio viva a su prometida fue en la cama en la que ella se encontraba moribunda, su rostro de ella se encontraba en aquel momento serena, ella había aceptado su situación con una benevolencia y quietud de una manera que emanaba una tranquilidad y aceptación sosegada y despejada.

Se encontraba recostada sobre su espalda, con las cobijas suaves, algodonosas y plumosas acariciándola y descansando sobre sus piernas y su cintura. La luz penetraba y caía sobre ella y su entorno, iluminando y alegrando con viveza el lugar destacando con intensidad y calor los colores y las tonalidades normales de las cobijas, de su cuarto y del ambiente. La línea de luz la cubría intensamente y su rostro, serena y pacifica miraba a las personas que se encontraban en el lugar. El tubo de plástico del catéter para la venoclisis para administrar soluciones por microgoteo bajaba desde la bolsa de poloietileno que contenía el líquido obscuro que colgaba mas arriba hasta llegar bajo las gasas que cubrían el dorso de su mano y penetraba la aguja a través de su flexible epidermis y se insertaban en las venas.

Los observo unos instantes, a Joshua, su hermano y la madre de su amado, a todos. Sus manos descansaban a cada lado de su cuerpo reposando flácidas e iluminadas por el sol con las palmas hacia arriba y los dedos flexionados de manera natural sin esfuerzo.
Su cabello se encontraba desgastado y libre cayendo sobre su espalda, destacando su hermoso color sobre su hombro y su espalda.

Los observo un momento mas y entrecerró lenta y ligeramente sus ojos. Su rostro aún conservaba esa expresión de agradecimiento y felicidad que le bendecían el rostro.
- Mejor hay que dejarla descansar un poco – dijo la madre de Joshua. Y todos salieron de la habitación no sin que Joshua le diera un delicado beso de despedida en la mano por la que estaba conectado el catéter.

“Murió, Magdalena murió” había dicho el doctor, lo recordaba Joshua con espanto y crueldad, y siguió hablando sus profundas estupideces el bendito doctor que le había dicho semejante consideración. Después ya no recordó nada mas.

Murió

Magdalena había muerto

Y ahora ella estaba ahí de pie ante su amado que siempre había cuidado y acompañado en todo y cada uno de los momentos de su vida a partir de ese instante, lo cuidaba y lo amaba y lo protegía.
Pero sucedía algo extraño, su cariño no se estaba presentando junto a ella, en la realidad de ella. Se desvanecía y desaparecía, se iba de la realidad y de la vida, se esfumaba y moría, moría y se disipaba y el brillo que se observaba en el pecho de Joshua y lo irradiaba se atenuaba suavemente hasta que parecía querer llegar a desaparecer.
Y le dio miedo a Magdalena, algo extraño en su realidad, una realidad en la que toda emotividad y energía permanece en un estado permanente de inmovilidad y quietud, constante y lineal sin perturbaciones. Pero le dio miedo a Magdalena, la perturbo y la movió de su quietud pacifica, propia de una meditación eterna de amor y energía positiva.

Magdalena esperaba, de una manera extraña al solo ser capaz de percibir energías, que Joshua estuviera junto a el pero no estaba ocurriendo así. Se alejaba y se alejaba de ella y ella de el.
Coloco sus blancas y luminosas manos sobre el pecho descubierto de Joshua y se transmitió. Toda su energía se transfería hacia el y toda su energía de él se recuperaba, transmitiéndose y recuperándolo del vacío hacia el cual el caía. La luz de el se recupero hasta volverse opaca y sin color como todo aquello que lo rodeaba, dio una bocanada de aire y abrió los ojos con su cabeza apoyada inclinada aún hacia atrás.

Los paramédicos que recogían sus instrumentos reaccionaron y rápidamente regresaron para auxiliarlo y ayudarlo para que estuviera mas estable. Más estable que eso imposible.
Magdalena había desaparecido, ya no se encontraba presente. Joshua se recuperaba y estaba nuevamente vivo, pero el había logrado escapar al abismo de la muerte y estaba nuevamente vivo, algo sentía en su pecho, algo nuevo e intenso, algo muy fuerte y muy poderoso, una energía viva que lo envolvía por dentro en una especie de semilla de energía intensa y blanca, una bola de energía que parecía salir de su pecho pero que ahora había empezado a moverse y a vivir. Y fue en ese momento cuando recordó con toda intensidad y claridad a su amada Magdalena. Sintió como si siempre hubiera estado con el y que nunca lo había abandonado, sintió que estaba presente, ahí junto a el, en su corazón, viviendo junto a el y con el para siempre, para nunca dejarse y siempre amarse.

Amarse los dos con vida, en vida en su cora