el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

viernes, noviembre 24, 2006

El hado de Tükerner

EL HADO DE TÜKERNER

Por: Leonardo Delgado Buendía
Sentado en los confines del universo, en su trono de estrellas, Acarius observaba su creación, Tükerner. Tükerner era el bello mundo de las piedras preciosas, su hermosura color oro se bañaba con zafiros, rubís, diamantes y gemas, era la envidia de las estrellas. El fulgor que irradiaba era tanto que Acarius desde los confines del universo, en el punto más lejano, donde la nada es sinónimo de todo, podía identificar su mundo de láminas de oro únicamente con fijar la mirada en el centro.
Pero Acarius veía a los habitantes de Tükerner que se faltaban al respeto y les invadía la envidia, todos querían tener más piedras preciosas y se olvidaban de las cosas que en verdad importaban, la amistad y la paz. La tristeza de Acarius era tanta que cuando lloraba y una lágrima derramada de sus ojos caía en una estrella, esta se apagaba. Un día los Tükerrumz, los que nacen del oro, se unieron y le gritaron a Acarius, exigiendo que su pequeño mundo fuera saciado de más piedras preciosas. Ya no alcanzaban para todos los Tükerrumz. Cuando acabaron de hablar, Acarius se entristeció tanto que su llanto inundó el universo y apagó la mitad de las estrellas. Consumido su llanto habló a los habitantes de Tükerner.
-¿Están seguros de lo que piden?
Sin pensarlo mucho los Tükerrumz respondieron que no deseaban más a otra cosa como a las piedras preciosas.
-¡Así sea!-dijo Acarius con gran sabiduría como nadie.
Acarius, creador y luz del universo, envió grandes bloques de oro, plata, cobre, estaño, níquel, cobalto, hierro y de todos los materiales de que está constituido el universo a Tükerner. Los enormes bloques viajaban demasiado rápido y chocaban con gran violencia, provocando explosiones en el mundo de las piedras preciosas. Esto cuarteó al bello planeta, salió fuego de su centro, todo el mundo se lleno de ríos de fuego que fundían las finas capas de oro, gema, rubí y zafiros. Tükerner empezó a convertirse en piedra. Los Tükerrumz al contemplar como se quemaban sus pies lanzaron blasfemias e insultos a Acarius. Le desagrado mucho, así que decidió poner fin a todas esas injurias, alzó su puño izquierdo, el puño de la justicia, y después con la mano derecha, la mano del juicio, señaló a Tükerner, nunca sin pararse de su trono de estrellas.
-¿Qué es lo que quieren?-preguntó Acarius a los Tükerrumz.
-¡Piedras preciosas!-contestaron al unísono.
Acarius, afligido, bajó el rostro.
-¿Acaso no les he dado lo que querían?-respondió-. De que les sirve tener piedras preciosas cuando su corazón es más negro que el abismo del universo que he regalado para ustedes, y sin en cambio, no lo agradecen. No se dan cuenta que el oro es una pequeña parte de la belleza del universo, sólo lo quieren por que está a su alcance. Si todos convivieran felices no necesitarían el oro que únicamente es una piedra. Yo les di un don especial, ¿lo han encontrado?, ¡no!, y sin embargo, siempre ha existido en su corazón, si ustedes buscaran encontrarían una luz tan brillante que Tükerner sería opacado por esa luz que se llama amor, así como sucedió en el Narmack, el principio de la existencia del tiempo para los Tükerrumz. En esos días ustedes estaban llenos de amor y se me asemejaban. Yo les di el don especial y no lo han usado, o aun peor, lo han olvidado. Ustedes en realidad no necesitan lo material, su obsesión debería ser alcanzarme para construir mundos nuevos donde se viva de felicidad. ¡Yo, Acarius duelo del corazón aun más que ustedes que se queman los pies, yo soy su padre, y no ven que el amor a un hijo duele más cuando estos también sufren!
A estas palabras los Tükerrumz, zahiriendo a Acarius, respondieron:
-¡Somos tus hijos!, entonces responde ¿cuál es la diferencia entre un hijo y un vasallo?, ¡siempre nos tienes en eterna coyunda y hemos de hacer lo que nos pides, usurpas, sojuzgas en nosotros y en nuestros pensamientos, y ahora que te pedimos un poco de piedras preciosas, oro, plata, no cumples con tus hijos que te lo piden! Siempre hemos cumplido y servido a un padre con el temple que se basa en el sometimiento de sus hijos, un padre lóbrego en el amor a sus hijos que busca el sosiego personal.
Acarius destrozado en el corazón y furibundo en sus pensamientos, acertadamente contestó con palabras que se escucharon en todo el universo, y que llegaron aun más lejos de los límites de la creación.
-¡Mordaces arrogantes, son ustedes los oscuros en el amor, todo lo que dicen es causa de su envidia y deseo de poder por el oro, la plata y las piedras preciosas! Les he dado el don de contemplar el arco iris, el cielo y el sabor de las cosas, es más hermoso esto que lo que buscan. Como no los he de amar, les di el habla y el lenguaje de las estrellas, les di el oído para que escucharan y no olvidaran, les di el tacto para que sintieran, les di la vista para maravillarse del universo, ¡su universo!, les di un olfato para oler la limpidez de sus almas, les di un cerebro para que razonaran, y les di el corazón para que unieran todo y les gustara, simplemente les di la vida. Ahora, un hijo es el que ama, ayuda, sirve y agradece a su padre, por que sabe y siente el esfuerzo que hace por él. Aprecia lo bueno que le ha dado y comprende que no en todo se le puede complacer, acepta los regaños y los consejos de los errores que comete. Nunca se olvida de su padre, como no se olvida al hijo. Si ustedes no toman en cuenta esto, entonces no sé lo que es un hijo pero sí sé lo que es un vasallo. Un vasallo es la persona sometida al amo, está a su servicio sin que este tenga libertad. Un vasallo no puede decidir, no vale su opinión, en primer lugar está el amo ¿ustedes no son libres?, si así fuera, yo sería un vasallo, siempre estoy a su servicio, ¡Pero nunca nadie va hacer vasallo por que uno es el padre y el otro es el hijo!
La codicia y la niebla en los pensamientos de los Tükerrumz eran más fuertes que su sentido lógico, oscurecieron sus corazones y rechazaron al creador y luz del universo.
-¡Bonito discurso!-gritaron burlonamente. Esa burla fue fatal, larga y nadie en el mundo de las piedras preciosas respeto a Acarius.
Acarius decidió lo que tenía que hacer. Con toda la parsimonia del universo les habló.
-Dicen que quieren piedras preciosas y es justo que digan lo que quieren. Sin embargo, les ofrezco dos opciones, sé que una de ellas les convencerá mucho. Dejo a Tükerner con su centro emanando fuego, o, creo un universo más bello para quienes lo habitaran, ustedes deciden.
Los Tükerrumz, ciegos en su codicia e ignorancia no razonaron las dos posibilidades y se apresuraron en la respuesta.
-Un universo más bello- dijeron llenos de euforia sin saber que iban a ser sus últimas palabras.
Acarius quedó complacido ante la respuesta de los Tükerrumz., gritó sobre todo el cosmos establecido.
-¡Así sea!-se levantó de su trono a lo que los Tükerrumz pasmó de miedo, por que ellos sabían que Acarius sólo se levantó y levantaría de su trono en el principio y final de los días.
Acarius alzando sus manos contrajo el universo y lo unió en un punto pequeño, tan pequeño que lo que no se ve aun es gigante. De todo lo que había nada desapareció, sólo volvió a su lugar de origen. Acarius hizo estallar lo que él llamó Utomun, el punto donde sale el universo, pero esta explosión no hizo sonido alguno, lo único que se escuchó fueron los lamentos y arrepentimientos de los Tükerrumz, que hicieron, hacen y harán eco en el universo.
Basta con parar la oreja, frecuentarla al espacio y se escuchará el gran lamento de los Tükerrumz que quedó atrapado en las paredes del universo, para que ninguno de los mundos venideros cometa el mismo error de Tükerner. “Faltar el respeto a su padre”.