el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

sábado, noviembre 25, 2006

Miradas


El semestre y la vida universitaria estaban por terminar. Los alumnos preocupados por los finales y por no atrasarse un semestre más. ¿Fiesta de graduación o excursión? Las dos.
Eduardo era uno de los que iría a las dos. Era un chico listo y sabía que saldría de la escuela sin problema, su único problema era el remordimiento de nunca haberle hablado a la chica que más le gustaba y obsesionaba: Esmeralda.
En muchos aspectos sabía que se parecían, sobre todo en el carácter, la había espiado durante cuatro años y, gracias a la información que poco a poco iba reuniendo sobre ella, se daba cuenta de que se parecía mucho a lo que siempre soñó: estudiosa, inteligente, segura de sí misma y misteriosa; parecía indiferente hacia él pero había algo que lo hacía dudar sobre esa relativa indiferencia. Su físico era algo que no entendía, pues a pesar de que ella no se comparaba en belleza con otras chicas tenía una mirada fuerte y profunda que lo cautivaba cada vez que sus miradas se cruzaban, cuando la veía caminar no podía evitar el seguirla con la mirada y, a veces, hasta la seguía por donde caminara. Sus miradas eran tan obvias que todos sus amigos ya habían notado lo que sentía, además de que cada vez que la tenía cerca, automáticamente se quedaba serio, enmudecía al sentirla junto a él. ¿Por qué? él no era tímido, tal vez era la primera vez que realmente se interesaba en alguien de esa manera. Ansiaba conocerla, pero el solo estar cerca de ella lo dejaba estático, quedaba como hipnotizado, sumido en esos oscuros ojos llenos de misterio.
Lo que Eduardo no sabía, es que ella sentía lo mismo, que desde la primera vez que lo vio le llamó la atención por su forma de desenvolverse, por sus ideas y por su físico. Ella siempre había buscado un chico como Eduardo, que era su sueño hecho hombre.
Lo había encontrado en una clase, pero de inmediato supo que no pasaría de ser solo un amor platónico porque él tenía muchas amigas y todas, sin excepción, se veían terriblemente fresas, todo lo contrario a ella, además se veía que le gustaba mucho a su mejor amiga, una gordita guapa, pero igual que todas, demasiado fresa. Ahora, ¿iría Eduardo a la fiesta de graduación o a la excursión? Solo tendría ya esas oportunidades para hablarle, después, no sabía si volverían a verse. Debería de controlar sus nervios, ¿cómo? no lo sabía, pero deseaba conocerlo en persona y ya no solo por lo que sus amigos le contaban de él o lo que ella deducía de las participaciones que había tenido en clase o comentarios que había hecho en ellas. ¿Realmente era tan perfecto? ¿Sería verdad eso de que no aprobaba la infidelidad? ¿que defendía a los alumnos que eran débiles con los profesores? ¿que era tan sincero?
El día de la fiesta cada uno se arregló lo mejor que pudo. Eduardo se arregló galantemente, pensando solo en Esmeralda, en que desearía verla esa noche sola, con un vestido largo y negro que entallara su figura, con el cabello suelto y perfumado, deseaba bailar toda la noche con ella, por fin conocerla.
Esmeralda se preparó pensando sólo en él y, al llegar a la fiesta envuelta en su vestido negro y con el cabello suelto, se alegró de ver a Eduardo solo con sus amigos hombres, mirándola atento como muchas veces lo había hecho hasta entonces, este era el momento para acercarse a él, ahora que él la miraba. Sin dejar de mirarlo a los ojos se acercó a él, Eduardo sentía que sus manos sudaban, Esmeralda sentía que comenzaba a enrojecer cuando lo saludó, él le contestó a su saludo con un “hola” algo nervioso y un beso en la mejilla, muy cerca de los labios; ¿ahora qué seguía?, ya estaba con él, que más daba continuar la plática, así lo hizo y él parecía algo sorprendido aunque gustoso (tal vez demasiado) pues no paró de sonreírle y atenderla toda esa noche.
Cuando la tuvo por primera vez en sus brazos pudo percibir el olor de su cabello, de su perfume y su piel, su olor lo excitaba y lo ponía aún más nervioso pues temía que ella lo notara y se alejara, ahora que por fin, gracias a un extraño misterio, se habían relacionado directamente.
Ella sintió que a medida que el baile continuaba él la estrechaba más fuertemente y eso le gustaba, sentía el efecto que ocasionaba en él y se alegró de ser ella quien tomara la iniciativa de hablarle ¿era esto acaso lo que le daba a ella un poco más de control sobre la situación? tal vez, pero lo cierto es que ella no podía dejar de sentirse atraída por esos ojos, tan magnéticos que no podía dejar de mirarlos, por esas formas ocultas bajo el traje que hablaban de un ser perfecto, ¿podría ahora separarse de él? Al menos no por esa noche, pues conversaron hasta la madrugada, se divirtieron mucho y ninguno prestó más atención a sus amigos, los cuales resintieron un poco esa falta de atención, pero no demasiado, pues sabían de los sentimientos que ambos chicos guardaban y se habían estado acumulando.
Ambos descubrieron esa noche que en verdad el otro era lo que buscaba, era una realidad lo que sus amigos les habían contado del otro y que los hacía soñar.
La pasaron tan bien esa noche que decidieron ir a la misma excursión, intercambiaron teléfonos y diariamente se hablaban; descubrieron que eran del mismo signo y que compartían muchas ideas, que era tan parecido su sentido del humor que podían estar riendo todo el día, aún cuando hablaran de tonterías, eran tan iguales que llegaron a tal grado de conexión mental que uno sabía lo que pensaba el otro antes de que lo exteriorizara y, si llegaban a sentirse serios, podían estar callados y aún sentirse muy cómodos entre sí.
La excursión sería muy corta en opinión de ambos, pero cada parada en su ruta les era especial porque esos lugares ahora nunca los olvidarían por ser allí donde se iba fortaleciendo su relación como amigos.
Eran amigos por el momento. Él nunca se lo había pedido a Esmeralda pues quería que se diera en forma espontánea, sin preguntas y respuestas absurdas e innecesarias. Ella nunca se lo había pedido porque aunque Eduardo le gustaba mucho y sabía que el sentimiento era mutuo, prefería hechos y no formalidades.
La última parada en la excursión, antes de volver a la ciudad y a la cotidianidad sería Puerto Escondido. En la playa todo parecía más limpio y distante, los paisajes eran cautivantes por sí solos, los cuerpos tirados en la arena parecían un tributo al sol y al mar.
Eduardo se quedó de ver con sus amigos para un partido de fútbol, Esmeralda también jugaría un partido con sus amigas, pero de voleibol. Primero se dio el partido de Esmeralda con sus amigas, era muy buena, pensó Eduardo cuando la vio, sus movimientos no solo eran exactos en el juego sino que destilaban sensualidad y más en ese traje ajustado aún cuando cubriera las partes que él más ansiaba conocer. Ganó el equipo de Esmeralda, quien recibió como premio un fuerte abrazo de Eduardo.
Era el turno de Eduardo, “esto será aburrido” pensó Esmeralda que no era fanática del fútbol, pero conforme se fue desarrollando el primer tiempo se dio cuenta de que Eduardo era realmente un buen atleta, pues corría más veloz que ninguno y se emocionaba mucho con cada patada que daba al balón, eso hacía volar su imaginación, ¿sería tan vigoroso como aparentaba en ese partido? ansiaba descubrirlo. Su deseo aumentó cuando en el medio tiempo, él se roció agua en el cuerpo y el cabello, el líquido se extendió a su pecho, su espalda y al resto de su cuerpo, sus piernas sudaban y se le hacían cada vez más llamativas y musculosas, sus cabellos ondulaban con el viento de una forma tan extraña que enmarcaban más sus ojos, haciéndolo más seductor, la hacía desear convertirse en aire y poder tocar todo su cuerpo, entrar por su boca hasta llegar a su cerebro y ver en esa mente qué secretos eran los que se guardaban de ese ser que tanto la atraía.El resultado 3-5, ganando el equipo de Eduardo.
Esa noche ambos equipos, el de Eduardo y el de Esmeralda, se reunieron para festejar sus triunfos. Todos se fueron retirando a sus habitaciones, solo Eduardo y Esmeralda continuaron bebiendo y riendo, querían que esa noche no terminara nunca.
Ordenaron más bebidas, al cuarto de Esmeralda ahora, también pidieron más ostiones, Eduardo deseó que en verdad estos fueran afrodisiacos, sobre todo para Esmeralda. Tomaron una copa y otra hasta que él sintió que Esmeralda estaba más que lista para lo que él estaba deseando ya desde hace mucho. Ella deseaba ser quien empezara todo, Los dos pensaron que el otro ya estaba ebrio, pero no fue así.
Después de un brindis por ambos, él la abrazó y ella se quedó por un momento quieta, recargada en su pecho, tomó las manos de él y las condujo lentamente hacia su cuerpo, él se sentía envuelto por la magia de Esmeralda, su cabello tenía ese olor que lo sedujo desde el primer contacto en el baile de graduación. La besó en el cuello mientras sus manos iban abriéndole el camino hacia la intimidad de Esmeralda, sentía que el sudor que destilaba el cuerpo de Esmeralda y lo invitaba a un éxtasis corporal más profundo.
Esmeralda sentía por primera vez el cuerpo desnudo de ese amor platónico que ahora dejaba de serlo, sus caricias la alteraban y llenaban de escalofrío, deseaba amarlo con toda la pasión que le había producido desde que supo existía. Continuaron toda la noche, extasiados, deseando que nunca llegara el amanecer, pero cuando llegó ambos sintieron miedo de que lo sucedido el otro no lo recordara por su estado de ebriedad.
Sus temores se disiparon cuando se miraron a los ojos, desnudos en la misma cama, su mirada delataba que ambos habían estado todo el tiempo conscientes y ahora sabían la verdad, eran almas gemelas, ahora ya eran uno solo y así seguirían.