el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

sábado, noviembre 25, 2006

“La única que logro volar”

Por: El ángel del 12 de octubre.

Era como si pudiera escuchar el silencio, como si escuchara el latido de su corazón cada vez más rápido, cada vez más fuerte... el dramatismo estaba por inundar aquella habitación marrón, se encontró llena de angustia, ¿por qué? Si se lo hubieran preguntado, ni ella misma lo hubiera podido contestar, pero algo era seguro, la soledad le inundaba, casi podía palparse.
Se levanto de la silla estrepitosamente, con un botón termino sin pensarlo dos veces con aquel fúnebre silencio, y poco a poco aquellas notas inundaron sus oídos, como si aquella vieja estación de radio hubiese adivinado su estado, comenzó a escuchar la canción adecuada, a la que nunca había pedido una respuesta, pero esta se la estaba otorgando ... Y se pregunto entonces si en realidad estaba siendo honesta consigo misma, la realidad es que últimamente ya nada le hacia sonreír, es que la vida no era la misma, es que desde hace tiempo todo había perdido sentido, es que le estaba faltado el aire, la fatalidad estaba tocando la fibra mas profunda de su ser y se estaba muriendo poco a poco. Y cuando terminaron los anuncios publicitarios entre una y otra canción, cuando estaba informada sobre el maldito trafico en el centro, ese de todos los sábados, se acerco lentamente hacia el reloj, las manecillas estaban por marcar las 7 en punto, corrió la silla que se encontraba entre la habitación y la puerta, aquella que la acercaría a la libertad, hacia su libertad, camino un poco y pudo ver su reflejo en el vaso transparente mientras este se llenaba de agua, a lo lejos la música seguía escuchándose cada vez más bajo pero parecía que cada vez se encontraba mas dentro de ella. Regreso a la habitación, tras cerrar la puerta con seguro, fue hacia el apagador, el cuarto quedo a oscuras, abrió las ventanas lentamente y miro hacia el cielo, como buscando una respuesta, como rogando una señal...pero como ocurre casi siempre en estos casos, no la encontró dentro de la complejidad de aquella búsqueda, quizás de haber pedido una respuesta más sencilla, las señales se hubiesen distinguido, cualquiera las hubiera visto y sin necesidad de abrir los ojos. De pronto la ansiedad invadió su ser, maldita radio, ahí estaba, sin pedirla, aquella canción que le recordaba toda su desgracia, una lagrima cayo mojándole la mano derecha, pero estaba inmóvil, tanto que hizo todo un soliloquio, sin cambiar de posición, en el que se discutía si debía limpiarla o no, paradójicamente podía sentir todo, pero solo podía pensar cosas tan superfluas y vulgares como lo anterior. Se rió falsamente, pensando en que tenía casi un discurso, un argumento o una respuesta para cada cosa que le preguntarán, pero no podía contestar algo tan simple como si él todavía pensaba en ella, aun peor no sabía si todavía deseaba estar aquí.
Y la habitación pronto quedo completamente llena, si, llena de angustia, de temor, de ese que no hace llorar, más bien de aquel que paraliza, de ese que no te deja gritar, mucho menos pedir ayuda, se acerco hacia un mueble de madera, me parecía que estaba buscando algo, pasaron uno o dos minutos hasta que volteo la cara, con la mano derecha se limpio las lagrimas, en la mano izquierda no logre ver lo que traía, pero cerro el puño tan fuerte, casi tan fuerte como se abraza lo que amas, pero que muy en el fondo desearías odiar. Se sentó frente al espejo y al mirar sus ojos, pudo mirarse así misma, y sintió asco, pena al ver en lo que se había convertido, y dolor porque sabia que el tiempo se le había terminado. Se peino lentamente y se vistió con su mejor vestido, abrió la mano, de ella cayeron un bote de pastillas, la etiqueta decía 500mg, 10 de ellas hubieran bastado para matarla, cuando estuvo dispuesta a tomarlas, se escucho de pronto su canción preferida... “tap tara tara tara ese ave que volando va con la sensación de poseerlo todo y yo aquí sentado sin nada ni un para de alas para escapar...”. Y se le aclaro la mente, pensó que podía cumplir su mayor sueño antes de irse, camino hasta las escaleras y al ir subiendo, cada escalón le daba más alegría, y al llegar al tercer piso sintió que podía respirar de nuevo, que estaba libre, que podía escapar, que nunca volvería a sufrir, se coloco sobre la barrera que separa la vida de la muerte, entonces abrió las alas y pudo volar, al ir cayendo sentía como su ser se llenaba de paz, y cuando su espalda pudo unirse al asfalto, logro sentir aquel dolor que le devolvía al mismo tiempo la felicidad, murió en el mismo segundo en el cual se le vería sonreír por ultima vez.