el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

viernes, noviembre 24, 2006

La mermelada

Por: Rolando Deschaund de Gilead

Ese día yo tenía mucha hambre, no podía creer el hambre que tenía si no me estuviera ocurriendo a mí. Tenía ganas de comer de todo, un toro gigantesco, una vaca entera, un cerdo frito y cubierto de trozos de chocolate con crema de cacahuate. Todo sobre un pastel de frambuesa o de mermelada. ¡Uuuuuyyyy, como se me antojaba la mermelada en ese instante. Tenía ganas de atragantarme de todo eso pues no había comido nada desde que regrese de jugar fútbol con mis amigos. Un buen partido, Paco fue el más movido de todos, robando la pelota y restregándonos a todos nosotros en el suelo cuando alcanzaba a tumbarnos con alguna zancadilla. Pero fue un buen partido. Un poco lodoso después de la lluvia, pero lo disfrutamos. Fue así hasta que llegaron los papas de mis amigos y se fueron. Mi casa queda muy cerca, así es que no tuve problemas para llegar corriendo.
Cuado entre mi mamá me gritó: - ¿Qué te he dicho Jorgito? – Yo me quede paralizado con una pierna suspendida en el aire adentro de la cocina y otro apoyado en el patio sin saber que ocurría. - ¡Que no entres en la casa con ese mugrero encima de ti! – Dijo refiriéndose a mi camiseta blanca y pantaloncillos blancos ahora de color negro y café oscuro por el lodo que cargaba, a mi no me molestaba y hasta lo sentía sabroso, húmedo, fresco y suave. Claro cuando se empieza a secar se hacen unas grietas en la piel muy chistosos y se empiezan a caer en pedacitos pequeños y bien formados. Realmente me gustaba, yo no se porque mi mama hacia tanta alharaca. Pero bueno, me sacudí un poquito los zapatos para quitar la mugre de la suela, pues supuse que ha eso se refería. Me desnude, quede en calzoncillos y me fui al baño. Cuando me iba escuche a mi mama decir algo así como, - ¡Estos muchachos!, como no entienden el trabajo que uno tiene que pasar en la casa. ¡Espérate un momento en el cuarto a que salga tu hermana del baño! ¡Estos muchachos! – Vi como mi mama levantaba mi ropa y se la llevaba al cuarto de lavado.
- ¡Maaaaaaamaaa! Tengo mucha hambre, ¿qué hay de comer? ¿Puedo comer algún helado? – Grité.
- Espera a que llegué tu padre para comer todos juntos... – y ya no la escuche mas, se perdió al fondo, en el cuarto de la lavadora.
Me fui directo al baño con un hueco en el estómago sin saber que hacer. Ahí dentro estaba mi hermana, tan desagradable como siempre, pero en estos últimos días se había puesto mucho más extraña, como sin saber como reaccionar, en un momento estaba enojada y al otro tranquila, o de repente se levantaba sin decir nada y se iba al baño apresurada. Nunca me decía nada de lo que le sucedía, yo siempre pensaba que estaba enojada o algo que le sucedía en su escuela o que mamá o papá le habían dicho algo. A veces, cuando se ponía así, la veía agarrarse el abdomen y encorvarse un poquito, como si de algún pedillo se tratara, o como si alguien la hubiera golpeado en el estómago y cuando me descubría se enojaba y me cerraba la puerta en las narices, pero nunca olí nada feo ni descubrí ningún moretón cuando aprovechaba que estaba dormida para mirar en su abdomen. No era nada de eso y yo siempre quedaba muy extrañado.
Estaba decidido a preguntarle que era lo que le pasaba, nunca me lo decía pero ya estaba muy confundido y quería salir de dudas.
Y mi hermana salió del baño apresuradísima, estaba semidesnuda, cargando su ropa entre los brazos, casi corriendo y entro al cuarto...
Entre al baño al instante y cerré la puerta tras de mi. El vapor flotaba en el aire todavía y el espejo estaba empañado, se sentía calientito y muy a gusto. Me puse a dibujar en el espejo empañado. Estaba hambreadísimo y mis tripas se retorcían, me empezaba a doler el estómago y me lo agarre, como lo hacia mi hermana en las ocasiones que la veía rara.
Mi hermana empezó a golpear la puerta del baño.
- ¡Oye¡ ¡déjame entrar que no he terminado! – me gritó y siguió golpeando la puerta, le puse el seguro para que no entrara, me quite los calzoncillos y abrí la llave del agua caliente, la tina se empezó a llenar de agua y fue cuando lo vi. Encima de la taza del baño, junto a los peines y cepillos, estaba un pastelito, un pastelito que se me antojaba delicioso. Era blanco y alargado con una cubierta de mermelada, deliciosa y apetitosa, y se me hizo agua la boca. Me pareció muy extraño que dejaran ese manjar en el baño, ¿qué estaba haciendo mi hermana con ese pastelillo en el baño? Se me hizo muy extraño, pero mi hermana era muy extraña, sobre todo en algunos días cuando se portaba mas rara de lo normal. Y lo que me pareció mas raro fue que ella no lo probó, lo dejo intacto, seguramente por eso quería entrar pues no había nada mas en el baño que pudiera darle otra razón para entrar. Pero no se lo comió, por algo fue. Pues lástima porque yo lo aprovecharía, le diría que no sabía que era de ella y que me lo comí antes de que ella me dijera algo.
- ¡Oye! ¡Déjame entrar! ¡Maamaaaaa, dile a Jorge que me deje entrar al baño! – gritó mientras golpeaba la puerta y le gritaba a alguien que no estaba lo suficientemente cerca como para escucharla.
No dije nada y me acerque rápidamente al pastelillo, lo agarre y me lleve una sorpresa al descubrir que la cubierta blanca no era merengue, era una cubierta como de plástico blanco, suave y esponjoso. Era agradable al tacto y tenía un olorcillo como a manzana, un aroma suave y ligero que salía de aquel extraño pastel.
Pero la mermelada no se veía de plástico, era una cubierta ligera de fresa que se concentraba en el centro de aquel pastelillo artificial, la fresa penetraba al interior del “pastelito” atravesando pequeños agujeritos de un tejido extraño que cubría una parte del pastel y se iba al fondo, parecía como si el pastel absorbiera la jalea dulce y se me hizo muy chistoso. Había pequeños grumos, muy ligeros, de jalea gelatinosa, pero no vi ninguna fresa. Simplemente era un embarron de mermelada, no muy escasa, no muy concentrada. Pero estaba ahí, para alimentarme y no la desperdiciaría.
Estaba también como humedecida por un líquido transparente que me hizo agua la boca. Mi hermana continuo golpeando la puerta y gritando y antes de que ocurriera nada más decidí zampármelo de un solo bocado, era poquito, pero por lo menos tendría algo en el estómago y un dulce que probar, de algo me serviría antes de ir por los helados a la cocina.
Y me lo zampé, lo acerque a mi cara y de una sola lamida lo probé todo... Completamente. Y al segundo siguiente metí donde se acumulaba todo aquello a mi boca y lo absorbí para chupar cada pequeño embarron de la sabrosa mermelada. Y lo chupe haciendo sonidos extraños y un tremendo esfuerzo por respirar al mismo tiempo, antes de que mi hermana entrara al baño.
El sabor fue muy extraño, nada de sabor a fresa. Era salado, viscoso y un poco agrio, me recordó un poco a las chuletas de carne un poco crudas que le gustaba hacer a mi tía Cristina, me gustaban esas chuletas, mas o menos a eso sabia este pastelillo. También tenía un sabor como a fierro y se me hizo muy raro.
Lo absorbí con la boca nuevamente para no dejar ningún resto y lo mordí con los dientes al final para raspar lo que quedaba pegado. Me relamí los labios. Un sabor muy extraño y sin pensarlo me llego a la mente una idea fugaz, como a la sangre, que raro. Quedaba una pequeña manchita roja en el centro, no la desperdiciaría y en el instante en el que mi lengua tocaba nuevamente el pastelillo mi mama abrió la puerta, mi hermana me vio con unos ojos enormes como de plato, horrorizada, sosteniendo la ropa aún en sus manos y las rodillas bien juntas y los pies separados, en una postura cómica que me hizo reír un poco, con el pastelillo aún en la boca.
Y vomito, mi hermana vomito, quien sabe por que razón. Ha de haber estado enferma la pobrecita. Y se fue al cuarto tosiendo, asqueada quien sabe de que cosa, así de extraña era mi hermana. Trataba de decir algo sin poder hacerlo.
Y mi mama viéndome, y riendo, riendo como loca, ¡que extraña!. Todos estaban muy raros ahora. Ella riendo desde el primer momento en el que me vio, para al instante siguiente arrebatarme el pastelillo y tirarlo a la basura sin contemplaciones. Quería decirme algo, pero en su risa no podía hacerlo. Y se fue riendo y solo alcanzo a decirme. - Jajajajajajaja, metete al..., jajajajaja, metete al baño..., jajajajajaja y... jajajajaja. y no dejes...jajajajajajaja, no dejes de...jajajajaja, nodejes jaja delavartelosdientes... jajajajaja y muy bien... jajajajajajajajajaja – dijo de una manera atrabancada casi sin darse cuenta de que no se daba a entender, y se fue riendo como loca.
Alguien cerro la puerta del baño y quede nuevamente adentro, atónito, extrañado.
Pero por lo menos el hambre había cedido un poco...

Mi apetito ahora estaba mas a gusto y mas satisfecho.