el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

sábado, noviembre 25, 2006

La princesa y el dragón

Por:_______Ches_______
Era de noche; la oscuridad reinaba. El ruido del viento se desataba con tal furia que, pareciera que mil almas sufrieran o gritaran como si estuvieran colgados en aquel monstruo tan frondoso de ramas enormes, sin hojas, como si fueran los brazos de un demonio que quisiera salir de una hoguera. Por fin decidí salir de mi aldea en busca de aquella princesa que jamás se ha atrevido a mirarme. Poco faltaba para llegar al castillo, pero al bajar de la colina, mi cuerpo comenzó a sufrir un temblor pues el fango se había apoderado de mis pies, poco a poco se iban consumiendo. Yo estaba sólo. Luego mis piernas se enterraban; yo jalaba las ramas de los árboles, pero la inmensa fuerza, desprendía a cada una de éstas desde su raíz; yo estaba vencido, no quedaba otra opción más que morir, pues mi visión sólo alcanzaba un horizonte que se perdía en la oscuridad de los árboles; sin embargo, una fuerza extraña salió de las profundidades del terreno. Yo salí arrojado y caí en una tierra más estable. Pero una nueva situación se presentaba, pues aquel hecho extraño que logró darme vida otra vez, era un ser enorme que derramaba fuego hacia cualquier lugar, el inmenso ruido que dominaba a la noche, se sumaba con el grito del dragón. El caos era inevitable, todas las aldeas cercanas se incendiaban, mucha gente quedaba atrapada y otros corrían, a nadie le importaba el ganado. Muy pocos alcanzaban a escapar de las garras del feroz monstruo, yo estaba detrás de una roca que apenas cubría todo mi cuerpo, y sólo veía cuerpos destrozados por cualquier lugar. El animal estaba cerca de mí, así que yo corrí a todos lados sin encontrar una salida. No sabía qué hacer, yo estaba cansado y decidí dormir detrás de la colina.
Los rayos del sol me despertaron, yo regresaba a mi aldea, pero en el camino observé que todo estaba devastado, sin embargo llegué a mi hogar, traté de no recordar los terribles hechos de la noche anterior, así que comencé a hacer mis actividades cotidianas, y salí a pastorear a los bueyes. El tiempo corría apresuradamente, la furia de la lluvia y los relámpagos comenzaban a avecinarse. Los animales desobedecían a los pastores, y corrían en estampida produciendo un ruido ensordecedor; ellos no sabían a donde ir, así que muchos comenzaban a hundirse sobre el río que dividía al campo, del otro lado había un caballo negro, que estaba atrapado en el lodo; esto me hizo recordar la desgracia que viví ahí mismo. Aquellos recuerdos me producían mucha agitación y comenzaba a sudar, me estaba volviendo loco; entonces tuve que regresar a mi casa. Esta noche no pude salir de mi cama, aunque yo quisiera intentar la conquista de la princesa; la fiebre sacudía a mi cuerpo. Me quedé dormido, con la esperanza de volverlo a intentar mañana. Cuando desperté, descubrí que en mi aldea había mucha gente, pues ya era muy tarde y yo no salía; además faltaba poco tiempo para que otra noche se aproximara. Las personas que estaban adentro, me contaron que era necesario que rompieran la puerta, ya que ellos no habían visto algún rastro de mí; la curandera del pueblo me trataba con algunas hierbas, y misteriosamente quedé aliviado. Yo salí nuevamente a la conquista, como todas las noches lo hacía, sin saber a qué misterio me iba a enfrentar.
Al fin logré cruzar el pantano; el río caudaloso e infernal, y sólo estaba a un paso de llegar, por fin estaba a la vista el castillo, y la hazaña final era atravesar la puerta, pero no sabía si enfrentaba a nuevas batallas o dragones; desgraciadamente así fue, tuve que pelear contra el dragón, la ventaja es que esta vez sí iba armado. Él se acercaba lentamente, y derribaba todos los árboles que estaban alrededor; los defensores del castillo, atacaban con cañones, pero las balas no lograban derribarlo; el dragón me detenía entre sus garras, el calor estaba por todo mi cuerpo, pero el fuego, jamás me tocaba, poco a poco me llevaba a su hocico, pero logré escapar cuando el filo de sus dientes estaba por toda mi vista, cuando mi espada logró herir uno de sus ojos; caí encima de un árbol, después me deslicé hasta llegar al suelo y, cuando volteé hacia el dragón, una enorme lama repleta de furia venía hacia mí, pero un instinto rápido, hizo que me cubriera con mi escudo, así que el fuego se impactó contra el acero, y salió reflejado en dirección opuesta, el dragón cayó muerto.
El rey se acercaba hacia mí, junto a él, su hija. Cuando me preguntó por qué habían pasado los hechos, yo le contesté que era capaz de todo por el amor de su hija. Pera ella me despreció por ser un plebeyo…