el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

sábado, noviembre 25, 2006

Nacimiento

Por: Rolando Deschaund de Gilead




Era la primera vez que veía el mundo, sus neuronas lograron procesar las imágenes

percibidas del exterior. Era su primera impresión. Logro observar una maceta a su

derecha, con flores amarillas y rojas de colores muy intensos que se agitaban levemente

a causa de una ligera corriente de aire. Alguien lo manoseaba ligeramente y por lo cual

la dirección hacia a donde miraba cambio. Un rostro barbudo y expresión seria lo

observaba, vestía una bata blanca y lo sostenía frente a él. Sus manos eran nudosas y

gruesas pero lo manipulaban con suavidad. La luz era intensa, proveniente de ocho

grandes focos colocados en la parte superior y sostenidas por una amplia lámpara,

iluminaban absolutamente cada rincón de la mesa en donde se encontraba. Una mesa

metálica, lisa y fría, aunque esto último no podía saberlo.

Otras cinco personas se encontraban en el lugar rodeándolo, con batas blancas,

mascarillas y gorras blancas especiales para cubrir el cabello. Algunos sonreían por

debajo de las mascarillas con ojos brillantes, ilusionados y satisfechos.

Era un cuarto blanco, amplio y con algunos objetos eléctricos colocados cerca de un

rincón. Al lado de la mesa en donde se encontraba se ubicaban un par de torrecillas con

material electrónico muy sofisticado. De color negro azulado se parecían mas a un par

de libreros cuadrados con un ancho igual que de largo con cuatro divisiones

horizontales. Todo relleno con paneles y placas llenas de circuitos y microchips.

Innumerables cables sobresalían de las torres acabando en la mesa metálica y tocando al

recién nacido. Estos aparatos monitoreaban que todas las funciones que él estuviera

realizando fueran correctas y hasta ahora así eran.

Todos los doctores se encontraban felices y algunos cuchicheaban entre ellos

aprobándose entre si sus comentarios o acciones.
Nuevamente lo manipularon y quedo mirando hacia una mujer madura de cabellos

castaños, rostro liso y suave que no se encontraba cubierta por la mascarilla y su rostro

era sereno. Ella lo miraba penetrante y fijamente con los ojos, extendió sus manos para

sostenerlo ella misma y sonrió.

Todavía no conocía el significado conceptual de los objetos y cosas que lo rodeaban,

pues, era un recién nacido y todas las cosas que había visto no tenia sentido para el, pero

logro ver y esa era la ventaja.

- ¡Precioso! ¡Es precioso! – dijo la dama.

- En realidad acaba de nacer – acabo riendo uno de los doctores.

- Aunque no lo creas así es – confirmo otro.

- ¡Es maravilloso! – refirió uno mas.

- Creí que nunca lo lograríamos - señalo satisfecho el barbudo

- Pero así fue – repuso la mujer y se levantó.

- Quítenle los cables – dijo tranquila, acostumbrada.

Y prosiguieron a obedecer. Algunos desconectaron ciertos enchufes y los guardaron.

Otros manipulaban en las torretas oscuras escarbando, con desconocidos propósitos, en

sus entrañas. Uno mas se enfrasco en la tarea de limpiar alrededor de la mujer y de él

mientras esta sostenía a su creación. Todos estaban enfrascados y atareados en sus

actividades.

Todo había salido bien.

- Arránquenle los ojos- dijo la doctora y alguien procedió a quitárselos.

- Ahora empieza la segunda parte del experimento – expresó – estos lentes fueron muy

útiles – señaló sosteniendo dos cilindros metálicos con cristales en su interior.

- Ahora sabemos el número mínimo de neuronas necesarias para percibir un estímulo

visual y que sea procesado correctamente – la doctora estaba sonriente y emocionada.

Era la directora del proyecto “Neurona-Minds” y todos estaban felices.

La doctora procedió a retirarse a descansar mientras otros colaboradores procedían a

continuar con el trabajo. Levantaron con cuidado el sofisticado portaobjetos modificado

en el cual estaba embebido el conjunto de neuronas en forma de un amasijo

blanco-amarillento y en el cual confluían algunos cables eléctricos, fibras ópticas y

demás y debajo del cual se encontraban algunos ingenios de circuitería sobre el que él

ya estaba integrado y por el cual recibía y emitía estímulos.

Ahora los doctores continuaban extrayéndole con cuidado los lentes por el cual había

logrado ver por primera vez y finalmente desconectaron los cables principales.

El amasijo nuevamente quedo aislado.

Ahora procedían a insertarle con precisión y de manera implacable otros cables y

enchufes, uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro, hasta que los doctores

llegaran a agotarse, el amasijo no pudiera ser encajado con mas cables o todo acabara

ahí.

La segunda parte del experimento había dado inicio, ahora el conjunto de neuronas seria

examinado para observar el conjunto mínimo necesario para poder recibir estímulos

táctiles de presión.

Estaba todo enlazado.

Estaba todo listo.

Y continuo, quizás hasta que no quedara nada mas.