el pinacate

Qué me cuentas y otros cuentos...

lunes, noviembre 27, 2006

Una mirada cualquiera

Por: Leonardo Alba
Esa mañana desperté en la penumbra de un misterioso extravío. Salí del féretro inmaterial que resguardó mi sueño por más de mil años. Una vez afuera, caí súbitamente al cieno espeso que rodeaba la morada fiel de mi enfermedad gris; este era tan pesado que parecía no dejarme ir y amenazaba con asfixiarme. Lo único que podía sentir era un inmenso cansancio, como cuando, a obscuras la conciencia, la luz frívola ciega los sentidos. Intentando arrastrarme, sin poder salir de mi nuevo catafalco de lodo, cerré pesadamente los ojos intentando recordar.
El cielo era violeta sombrío…

Fue cuando evoqué frente a mí todas las vidas que había pasado en otros niveles del Mundo. Lejanas épocas inmersas en una lenta confusión. Visiones dolorosas; espléndidos veranos ebrios de juventud, la suavidad del mar; fulgores de perdición y violencia; una sensación distante y profunda. Como en todas mis visiones, volvía a observar ese rostro angélico tan hermosamente conocido, pero del cual nunca podía traer hacia mí el recuerdo de quién era Ella, cómo la conocí .
La imagen del semblante se fue desvaneciendo en una luminosa niebla y ya sólo retenía su mirada, perdida después entre cientos de alucinaciones y espejismos.

¿Qué es el tiempo en este rincón último y olvidado de una dimensión inexacta?
Finalmente abrí los ojos; todo había desaparecido, el fango, el féretro y el cansancio. Comencé a caminar sin rumbo a través del polvo del páramo desierto. Cada paso era distinto; esos caminos y el mismo firmamento iluminado que me vio nacer, se movían vertiginosamente haciendo que mis pasos, cada vez más torpes, se volvieran imposibles.
Detenido en el vórtice de mi absurdamente desconocida misión , tuve una vívida explicación de mi extraño renacimiento: estaba en este remoto mundo para encontrarla a Ella, profetisa rebelde de otra dimensión. Prófuga de su personal inevitabilidad, se escondió en esta frontera desolada del cosmos. Era suyo el rostro que entre delirios miraba; yo no podía recordar su nombre.

Viajero por estos muertos senderos de cristales rotos, adopté la forma y la mirada de un reptil sin nombre; creí entonces haberme convertido en el ser más hermoso de todo la gran esfera de los destinos, abordando una amapola.
Como una violenta tormenta que estremece al cielo, así se conmovió mi al mi alma al verme reflejado en el agua negra y calma que rodeaba la pequeña flor en que me hallaba suspendido. Perturbado por la escena, volví a mirarme en el absorto océano y pude ver mi rostro sin forma; no podía distinguir mi desfigurada silueta de aquel obscurecido horizonte. Descubrí entonces que había extraviado mi verdadero cuerpo; sentí una gran tristeza.

Un vuelco de estación. Una suave bruma invadió el infinito espacio que recorría, cubriéndolo todo. Sólo se podían percibir los casuales y extenuados distantes brillos las luciérnagas azules, perdidas entre el denso aliento de los siglos. Largo es el viaje a través de la vastedad del tiempo; más de lo que hubiera imaginado.
Y esa mirada, el recuerdo transitaba incesantemente dentro de mí hasta que llegó a inquietarme. Supe entonces que Ella me había encontrado entre el vacío, a través de las sombras sintió mi presencia; me estaba llamando. Faltaba poco ya para llegar a donde ella.

Divagaba perdido entre mis reflexiones de eternidad y desasosiego, cuando de pronto, la tétrica voz profunda de la fantasía estalló sobre el mundo volviéndolo inestable y lenticular. Fui arrojado lejos de la flor en que viajaba hasta caer de espaldas bajo una cúpula dorada que era invadida por luces alucinatorias y una oleada de fantasmas y ecos infinitos, supuestamente aterradores. Ideas confusas me atacaban: ¿Cuál era el camino hacia la verdad de la inocente perdición? Tú no lo conoces, es el vertebrado consuelo de la ceniza que restaura por la virgen siempre esperanza del misterio… miles de palabras escuchaba.
Era Ella tratando de destruirme, de volverme loco para que no cumpliera yo con su destino.
-¿Crees que así vas a detenerme? – grité, sabiendo que me escuchaba- ¿Tú piensas que…?
No, yo vengo desde más allá de la demencia, estoy más allá. Vengo por ti y voy a llevarte de una o de otra forma…
Al levantarme, pude ver el cercano extremo del lago de piedra bajo la bóveda amarillenta; ahí estaba el camino que conducía hacia Ella. Descendí por los escalones casi líquidos, hasta llegar, en lo profundo del suelo, al gran salón de mármol en el cual la encontré levitando, dándome la espalda. Sofía, ahora su nombre oculto en las profecías ignotas me iba siendo lentamente revelado mientras la observaba, mientras me acercaba tambaleante.
Una brisa cálida besaba la aurora de su cuerpo joven…
-Soy la muerte -le dije levantando los brazos- la inevitabilidad de todo lo viviente.
Crucé muchos firmamentos a través de los mundos del tiempo y el espacio para hallarte. Te busqué en los fascinantes reinos de Hipnos, desorientado entre los laberintos del sueño y la realidad. Y hoy, estamos aquí finalmente. ¡La hora ha llegado!
Sofía se dio la vuelta para mirarme de frente. Era muy distinta a la de mis recuerdos.
-Sé quien eres –respondió con la voz quebrada sin abrir siquiera la boca.
Después retrocedió unos pasos, sus ojos verdes se llenaron de horror; hizo un movimiento raro intentando huir, pero yo sólo la abracé con fuerza y caímos al vacío de una abertura abismal que había en el centro del salón. Un extraño violento temblor sacudió nuestros cuerpos.
Una breve confusión en mi mente, una laguna oscura en mi memoria. Eso fue todo.
Después, ya con su alma en mis brazos, nos fuimos volando juntos hacia el manto celeste; envueltos en la poderosa calma de volver a casa…

Ciudad de México, fecha desconocida:
¡Buenas tardes!
Bienvenidos a su noticiero “Radio central”, transmitiendo en vivo en el 108.1 de su F. M.
Comenzamos con la información: cerca de la media noche de ayer, un hombre y una mujer aun no identificados, de aproximadamente 24 años de edad, perdieron la vida al caer ambos a las vías del Metro en la estación Insurgentes de la línea 1, muriendo electrocutados. De acuerdo con los testigos, el sujeto, probablemente bajo el influjo de las drogas, comenzó a gritar algunas cosas y después arremetió contra la mujer que se encontraba cerca de la orilla del anden. Se siguen investigando los detalles de este hecho lamentable.
En otras noticias …